Época: Renacimiento
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
Pensamiento político renacentista



Comentario

Reformadores religiosos eran Lutero y Calvino y, sin embargo, sus ideas escasamente sistematizadas sobre la comunidad civil tuvieron importantes repercusiones políticas en la Europa de los siglos XVI y XVII. Concretamente, la teología de Lutero llevó consigo dos implicaciones políticas. Al reducir a la Iglesia a una mera congregación de fieles, se seguía que no podía existir un Estado clerical separado o independiente de la autoridad temporal, siendo ésta la única que tenía el derecho a ejercer todos los poderes de coacción, incluso sobre la Iglesia. Defendiendo, asimismo, que el poder temporal ha recibido órdenes de Dios de castigar a los perversos y proteger a los buenos, la batalla medieval entre "regnum y sacerdotium" había concluido. Anulado el poder espiritual, Lutero pasa a contemplar en diversos escritos la naturaleza de esa autoridad secular. En primer lugar, la autoridad política deriva de Dios. Por esa razón el príncipe ha de imponer la verdad; debe dedicarse a sus súbditos, a quienes mantendrá en paz y abundancia; deberá conservar la paz externa y no abusará nunca de su autoridad. Como consecuencia de ello, Lutero rechaza al príncipe cortesano y mundano de los humanistas y propone que los súbditos no deban prestar respeto y obediencia a tan indignos gobernantes, pues la conciencia individual está por delante de la obediencia política a un príncipe malvado e impío (Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres). Tal desobediencia, sin embargo, no ha de ser activa, pues Dios ha prohibido la insurrección. Con ese principio establece Lutero las bases para el desarrollo de una doctrina de la no resistencia a los tiranos. En realidad, tal pensamiento no es el producto de una coyuntura aislada (la revuelta campesina alemana de 152,4 ante la que Lutero reacciona con dureza), sino que obedece a la creencia teológica de Lutero sobre el orden que Dios ha querido para el hombre: el orden social existente es, según Lutero, lo que la Providencia desea para los hombres, de tal manera que si el príncipe es un tirano, ese es el deseo de Dios, por causa de los pecados del pueblo.
Para el estudio de las ideas políticas de Calvino hay que acudir al capítulo XX de su" Institutio christianae religionis", donde expone su doctrina sobre la comunidad política y sobre la cuestión de la resistencia a la autoridad. La doctrina política de Calvino parte de su teología, cuya idea básica es que el poder de Dios domina toda la creación. Nada sucede en el mundo sin la voluntad de Dios. Precisamente de ella emana todo derecho. Así, el derecho natural procede de Dios y es el fundamento de la comunidad política. En segundo lugar, la comunidad política se asienta en la naturaleza del hombre, es decir, éste es por naturaleza un animal social, tiende por instinto a formar y defender un orden social regido por leyes aceptadas y queridas naturalmente por todos. En tercer lugar, la comunidad política tiene como objeto proporcionar a los hombres un tipo de vida civilizada, esto es, pacífica y justa, de tal manera que el orden político es necesario, gratuito y establecido por Dios. La autoridad política tiene, de ese modo, carácter protector y educador.

En cuanto al derecho de resistencia a la autoridad, Calvino establece que la autoridad política deriva de Dios y por esa razón se le debe obediencia, aunque quien gobierne sea un tirano. Como instrumento divino para castigar los pecados de los hombres, con el objeto de provocar un sentimiento de culpa colectiva, como aguijón de la conciencia, el tirano es para Calvino un fenómeno extrapolítico, de tal manera que la fundamentación de su obediencia es de tipo religioso, no político. Dicho de otro modo, quienes mandan bien son espejos de Dios, quienes gobiernan injustamente son enviados para castigar. Es Dios mismo quien coloca al tirano en el trono y sólo él o quien tenga autoridad delegada de él puede destronarlo. Sólo cabe la desobediencia o el tiranicidio cuando el tirano, ordenando alguna cosa contra lo que Dios ha ordenado, pierde su autoridad.